He sido invitada a una cena clandestina. La dirección me la enviaron el mismo día, veo que queda por Miraflores y me dirijo sola a esta experiencia gastronómica.
Llego unos minutos tarde con mucha ‘palta’ pero me abre sonriente Wister Sánchez, el anfitrión de la noche. Me presenta a los invitados, nadie se conoce entre sí pero esta noche compartiremos la mesa. Tampoco sabemos que comeremos pero vamos empezando con unos chilcanos, para ponernos más relajados.
La mayoría de los asistentes están en parejas, solo una chica venezolana y yo somos las únicas ‘singles’, al rato nos indican que ya empezará la cena y que el tema será la comida peruana.
Mientras esperamos los platillos empezamos a conversar entre nosotros, algunos ya han ido por segunda vez y cuentan su experiencia. La mayoría y me incluyo, no había asistido a este tipo de eventos pero todos estamos tan abiertos a la experiencia que la conversación fluye junto con las risas. En medio de la conversa llega una Causita a la Chiclayana como abreboca, luego de eso el anfitrión elige al azar a 3 personas que irán a la cocina a ver la preparación del primer plato de la noche.
El platillo es una Salchipapa sobre un barco de papel que hace de recipiente. Esta salchipapa lleva chips de cáscaras de papa, huevo en tiritas, unas bolitas de causa, espuma de papa, entre otros elementos que le dan una buena combinación de texturas. Wiston nos indica que estemos atentos a lo que lleva el plato porque tenemos que explicarlo al resto, antes de comerlo.
Llevamos los platos a la mesa y nos paramos los 3 elegidos a explicarlo, entre risas por la poca memoria y las muchas ganas de darle un bocado al plato, acabamos la explicación. Luego se acerca el chef a contarnos más del plato y preparación.
El segundo plato es llamado Bocados de la casa, consta de un Magret de Pato, Pollito broster con BBQ, un Tiradito acevichado con espuma de Pisco sour. Buenísimas sensaciones gracias al juego de texturas en boca, luego viene un Chaufa de quinua con chanchito y para cerrar un postre a base de lúcuma.
Satisfechos todos, nos vamos despidiendo uno a uno. Mientras yo salía del departamento y bajaba el ascensor, pensaba en la bonita sensación que me dejó esta noche. Compartir una mesa con desconocidos y por el gusto común por la comida hizo que al final de la noche todos ya no nos sintiéramos tan extraños.